Historia



CAPITULO XXXI

LA IGLESIA DE SANTA CATALINA ENTRE 1580 y 1589

 

Hemos visto en los capítulos anteriores, cómo en esta década se había dado un fuerte impulso en la terminación de las obras de la iglesia, llevándose a cabo los trabajos de finalización de la torre, tribuna y retablo. Estas obras estaban lastrando de forma importante los ingresos de la iglesia, debiendo recibir préstamos de varias instituciones. En los primeros años de la década de los setenta, los visitadores habían ordenado al mayordomo de la bula de la ermita de San Sebastián, que prestase cincuenta mil maravedíes a la iglesia parroquial para las obras de la torre, aunque finalmente el Concejo (Ayuntamiento), empleó cuarenta mil en otras obras que tenía que hacer en la carnicería del Concejo, entregando sólo diez mil a la iglesia de Santa Catalina, cantidad que todavía en enero de 1583, no había sido devuelta a la ermita de San Sebastián, indicando los visitadores, que se pagase con los beneficios obtenidos por la venta del trigo de las tierras de la iglesia. A pesar de ello, y ante las fuertes necesidades financieras para construir el retablo, el visitador Don Pedro de Guzmán, ordenará al mayordomo de la ermita que preste otros mil reales (34.000 maravedíes) a la iglesia de Santa Catalina en la década de los ochenta, que todavía no habían sido devueltos en 1589 (1).

La ermita de San Sebastián no será la única institución que apoye a la iglesia en el esfuerzo económico para acabar las obras, así el 30 de mayo de 1583, los oficiales de Concejo ordenan que se den a la iglesia mil reales a cuenta del alforí (pósito), repitiéndose la operación al mes siguiente, ante la necesidad de rematar la torre, entregándose otros trescientos reales. A este esfuerzo económico se sumarán las cofradías de la localidad, que están adquiriendo una gran pujanza, y a las que pronto dedicaremos un capítulo en exclusiva, al acordar el 2 de agosto de 1584, que se pida al Vicario, que se entregue alguna cantidad a la iglesia de Santa Catalina, de “los dineros de las cofradías” . El 11 de septiembre de 1586, se indica asimismo, que se venda el trigo “de la dicha yglesia a ducado la fanega para la necesidad del pago del retablo” (2).

Pequeño campanario que recoge las campanas de encima de la Sacristía

Las cuentas y las obras eran objeto de un exhaustivo control, por parte de los visitadores de la Orden de Santiago, que en octubre de 1582 ordenan que se cubra la escalera de subida a la torre con la mayor diligencia, y al año siguiente el visitador Don Pedro de Guzmán deja proveídos numerosos mandatos sobre las obras de la iglesia, con clara indicación a los oficiales del Ayuntamiento para que los cumplan. A este control externo se suma un doble control interno, y ante las quejas que tienen lugar en agosto de 1584, porque algunas libranzas de la iglesia no se hacen con el “orden conveniente” , se da la orden de que en adelante no se libren más maravedíes hasta que no sean consultados tanto el Ayuntamiento como el cura de la iglesia (3).

Una vez que la torre de la iglesia se está terminando de construir, surge una nueva necesidad: subir la campana hasta lo alto de la misma, lo que es definido por los oficiales como una “aventura de gran riesgo”. Para llevar a cabo este complicado trabajo, el 9 de noviembre de 1582 se decide aprovechar que hay un experto en dicho tema en la villa, posiblemente llamado para llevar a cabo esta labor, al encontrarse por la comarca. Este experto es Francisco de la Sota (4), vecino de la merindad de Trasmiera (5), con el cual el Ayuntamiento “acordo e concerto con el que suba la dicha campana y el se obligo a subirla a la torre e ponella e sentalla en ella e que la yglesia desta villa ponga maroma e todos los demas recabdos e gente necesaria e la dara puesta a su ariesgos e aventura que si oviere desgracia perjuizio o daño en el subilla e asentalla sea a su culpa” . El coste del trabajo realizado por Francisco de la Sota ascendió a doscientos reales “los quales se le an de pagar cuando se aya subido e puesto la dicha campana en la dicha torre” , obligándose a realizar todo ello en el plazo de quince días (6). Tras ello se formó una comisión en la que estaban incluidos varios vecinos de la villa: Mingo Gracia de Francisco Gracia, Alonso Sánchez y Pedro Camacho, los cuales “se dieron por contentos” con el trabajo realizado.

El cura de la iglesia de Santa Catalina durante esta década era Don Juan Carrillo de Ávila, el cual estaba auxiliado por un mayordomo, que como hemos indicado en un capítulo anterior, se tenía la costumbre de que fuera seglar, a pesar de algunos intentos de los visitadores para que se eligiera un clérigo. La persona que debía desempeñar dicho cargo era elegida anualmente por consenso entre el Ayuntamiento y el cura de la parroquia, como tiene lugar el 18 de febrero de 1582, cuando es designado para el puesto Alonso Tercero el Mozo, al tiempo que se indica “que el antiguo mayordomo entregue la hazienda al nuevo” . El 23 de enero de 1583, es sustituido por Andrés Martín, que no llegará a agotar su mandato, teniendo que ser sustituido el 15 de agosto de 1583, por Mingo Gracia de Francisco Gracia, pero éste cuatro días después alega que está enfermo y es un hombre viejo e impedido, por lo cual no puede desempeñar el cargo, teniendo que elegir a una nueva persona: Juan Sánchez Carpintero (7).

El resto de puestos de la iglesia solían ser desempeñados por clérigos, y entre ellos podemos encontrar los sacristanes (8), para el servicio de culto, siendo elegidos en noviembre de 1581, dos personas para desempeñar el cargo: Alonso Gracia, clérigo, y Juan Ruiz el Mozo, lego, con el consiguiente beneplácito del cura. El 2 de octubre de 1583, al no estar proveído el puesto de sacristán, se decide nombrar a una sola persona para ocuparlo: Francisco López de Santos, al que se le entregan los bienes del cargo, porque el resto de los nombrados “no aceptan” . Sin embargo, no se le entregarían las limosnas asociadas al cargo con la celeridad necesaria, lo que dio lugar a que en febrero de 1585, Francisco López se “ha despedido del servicio por no cobrar la limosna de la yglesia para poder sustentarse moderadamente” , y ante la imposibilidad de encontrar sustituto se le pide que reconsidere su dimisión, al tiempo que se le asegura que percibirá con prontitud las limosnas. El 21 de diciembre de 1585 es nuevamente reeligido como sacristán (9), ya que como hemos observado anteriormente, no habría nadie dispuesto a relevarle, al no ser un puesto apetecible.

Un empleo que se viene nombrando en la iglesia, desde la década de los veinte del siglo XVI es el capellán de las ánimas del purgatorio, aunque a comienzos de la década de los ochenta, el cura compatibilizará sus funciones con dicho cargo, pero ante la imposibilidad de atenderlo de la forma debida, en enero de 1583 solicita al Ayuntamiento que como “se le haze gran trabaxo e pesadumbre tener el dicho cargo y para que no quede mas a su cargo” solicita de que “asi en adelante… se pongan predicadores e les paguen su limosna.. . como siempre lo han tenido” . Su petición será atendida y el 2 de febrero de dicho año se nombrará como capellán de las ánimas del purgatorio a Francisco Martín de Pero Gómez para que diga misas “cada dia una” , mientras que para los sábados y fiestas se elige a Francisco López y Alonso Sandoval, entregándoles dos reales por cada misa que digan. El 9 de febrero de 1584 se decide reducir el número de capellanes a dos, y como hay tres candidatos se decide echarlos a suertes, siendo los agraciados Alonso Sandoval y Francisco López (10).

Existía además un patronato instituido por Juan Pardo en 1544, y ante la necesidad de nombrar capellanes para decir las misas por las ánimas del fundador y su mujer, se decide repartir las limosnas que lleva aparejadas entre la gran mayoría de los clérigos de la villa: el bachiller Mexia, el bachiller Francisco López, Juan de Sánchez, Alonso Sandoval, Andrés García, Alonso García, Francisco López, el licenciado Albo, Francisco Martín y Juan Pérez, apareciendo en 1583, un nuevo patronazgo denominado del capitán Palomo, del que ordenan los visitadores que se provea y su cumplan los mandatos asociados a él. Finalmente encontramos al organista de la iglesia, ocupando el puesto en diciembre de 1585, el mismo que ya lo desempeñaba en septiembre de 1567, cuando es citado por primera vez, aunque su salario se ha duplicado, pasando de tres mil a seis mil maravedíes (11).

Una fiesta religiosa a la que se daba una gran importancia era la Cuaresma , cuyo significado etimológico nos indica su duración: “cuarenta días” (12). En sus orígenes, durante los tres primeros siglos de nuestra era, era considerada una catequesis bautismal, un período de preparación para el bautismo, que se solía llevar a cabo en la noche del Sábado Santo, con la clara intención de unir el momento en que se conmemoraba la Resurrección de Jesucristo, con la resurrección a una nueva vida de los miembros que se incorporaban a la comunidad cristiana. A partir del siglo IV, al abandonar los cristianos la clandestinidad y ante el hecho de ser declarada religión oficial del Imperio Romano, se producirá un cambio en su significado, transformándose en un momento de “penitencia solemne”; en un tiempo de oración, ayuno y espera. Su duración de seis semanas, hará que los días de ayuno sean treinta y seis (ya que los domingos no se contaban), aunque en el siglo VII se añadieron los cuatros días anteriores al primer domingo de Cuaresma, con la clara intención de igualar los días de ayuno a los que Jesucristo pasó en el desierto, lo que le daba un simbolismo especial, y que además coincidía temporalmente con los precedentes de Moisés y Elías.

Ubicación de las campaña en la Torre de la Iglesia

La Cuaresma , por tanto se convirtió en un período de anuncio y preparación de la Semana Santa , que en el siglo XVI estaba viviendo un momento de verdadero auge con la aparición de numerosas cofradías penitenciales y la popularización de la religiosidad popular, que saldrá a las calles e impregnará a la sociedad. Por todo ello, la Cuaresma tenía una gran importancia en La Solana , y todos los años se buscaba a un destacado predicador para dichos momentos. En 1582 el elegido es un fraile de San Francisco de Villanueva y el dinero para pagarle saldrá de la Casa del Peso. Al año siguiente lo será el padre Altarejos, fraile franciscano de Villanueva quien la predique. En 1585, el predicador será Fray Luís de la Orden de Santo Domingo, y en lugar de pagarle en metálico, se le entregará un sagrario de la iglesia. Como podemos observar todos los años se buscaban frailes de distintas órdenes, en un claro intento de ofrecer variedad y calidad en los sermones que se predicaban en estos días tan importantes (13).

 

NOTAS

(1) ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE CIUDAD REAL (AHPCR). Sección Clero. Signatura nº 2. Libro de Cuentas rendidas por el mayordomo de la bula y ermita de San Sebastián de la villa de La Solana (1574-1610). Visitas de 1574, 1583 y 1589.

(2) ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE LA SOLANA (AHMLS). Libro 16. Libro de decretos del Ayuntamiento de La Solana (1581-1587). Acuerdos de 30 de mayo de 1583, 2 de agosto de 1584 y 11 de septiembre de 1586.

(3) Ibídem. Acuerdos de 1 de octubre de 1582 y 2 de agosto de 1584.

(4) El apellido de la Sota , es de claro origen cantabro y montañés, habitual en la merindad de Trasmiera, como lo eran también: Agüero, Acevedo, Cabañas, Peredo, Cagigal, Hoz, la Puente y otros, lo cual se puede ver en El Diario Montañés, 4 de febrero de 2004.

(5) La merindad de Trasmiera estaba situada en la zona oriental de Cantabria, entre los ríos Miera y Ansón. Estaba integrada por cinco juntas: Cudeyo, Ribamontán, Siete Villas, Cesto y Voto, a las que se unirán en la segundad mitad del siglo XVI, Santoña, Escalante y Argoños. La comarca era famosa por sus maestros canteros, que recorrían de forma temporal diversas tierras castellanas para aplicar sus conocimientos en importantes obras arquitectónicas civiles y religiosas.

(6) AHMLS. Libro 16. Libro de decretos del Ayuntamiento de La Solana (1581-1587). Acuerdos de 9 de noviembre de 1582.

(7) Ibídem. Acuerdos de 18 de febrero de 1582, 23 de enero y 15 de agosto de 1583

(8) El sacristán tenía entre sus funciones el cuidado de la sacristía (de ahí su nombre) y del resto de la iglesia, de los ornamentos y elementos sagrados (oleos, pila bautismal,…), la preparación de las ceremonias y el orden en la iglesia, el sonar de las campanas y otras labores auxiliares. El Concilio de Trento recomendó que el puesto fuera desempeñado por clérigos, aunque no siempre podía ser así.

(9) AHMLS. Libro 16. Libro de decretos del Ayuntamiento de La Solana (1581-1587). Acuerdos de 20 de noviembre de 1581, 2 de octubre de 1583, 4 de febrero y 21 de diciembre de 1585.

(10) Ibídem. Acuerdos de 23 de enero y 2 de febrero de 1583, 9 de febrero de 1584

(11) Ibídem. Acuerdos de 18 de octubre de 1582, 6 de marzo de 1583 y 21 de diciembre de 1585.

(12) La palabra cuaresma procede de la latina “quadragesima” que significaba el cuadragésimo (día), aunque también se podía traducir por cuarenta (días).

(13) AHMLS. Libro 16. Libro de decretos del Ayuntamiento de La Solana (1581-1587). Acuerdos de 18 de febrero de 1582, 23 de enero de 1583 y 4 de febrero de 1585.