Liturgia

 

La organización del tiempo de Adviento

 

                                                                            (Parroquia de San Vicente Mártir de Abando - Bilbao)

 

Entre los tiempos litúrgicos que celebramos a lo largo del año, el Adviento es el que empezó a existir más tardíamente.

Los cristianos, al principio, empezaron a reunirse todos los domingos para celebrar y compartir su fe en Jesús muerto y resucitado mediante la celebración de la Eucaristía.

Luego, muy pronto, empezaron a celebrar, una vez al año, el aniversario de esta muerte y resurrección, la fiesta de la Pascua.

Después organizaron la Semana Santa y después, un tiempo para celebrar más ampliamente la vida nueva de Jesús resucitado -el tiempo pascual-, y un tiempo de preparación -la Cuaresma-.

Y no fue hasta bastante más adelante, a principios del siglo IV, que, en Oriente, comenzó una fiesta que conmemoraba la aparición del Hijo de Dios como luz para la humanidad, y que se celebraba el 6 de enero. Y, finalmente, en un calendario del año 354 aparece indicada por primera vez, para el 25 de diciembre, coincidiendo con la fiesta romana del "día del Sol" (la fiesta de los días que empiezan a alargarse), una fiesta para conmemorar el nacimiento de Jesús.

Y fue a partir de ahí que nació el Adviento. Por el deseo de preparar esta celebración del nacimiento de Jesús, comenzó a organizarse un tiempo que tenía distinta extensión y distinto contenido según los lugares. Y este tiempo de preparación fue evolucionando hasta quedar fijado como está actualmente.

En nuestra liturgia, el tiempo de Adviento comienza cuatro domingos antes de la Navidad. Esto hace que no siempre tenga la misma extensión. Porque, dado que la Navidad, el 25 de diciembre, no se celebra en un día fijo de la semana, si resulta, por ejemplo, que cae en domingo, entonces el Adviento comienza el 27 de noviembre y tiene cuatro semanas justas; y en cambio, si cae en lunes, entonces el cuarto domingo anterior es el 3 de diciembre, y el Adviento tiene sólo tres semanas y un día. Entre esas dos fechas, el 27 de noviembre y el 3 de diciembre, puede empezar el Adviento.

El Adviento, por tanto, tiene siempre cuatro domingos, que son los que marcan, para la mayoría de los cristianos, los contenidos principales del tiempo. Cada domingo de Adviento se centra en un aspecto concreto:

Primer domingo, la atención se centra sobre todo en la última venida de Cristo, al final de los tiempos, y en la llamada a permanecer en actitud vigilante.

Segundo y tercer domingo, el principal protagonista es el precursor Juan Bautista, que nos anuncia la venida del Señor a nuestras vidas y nos invita a prepararle el camino.

Cuarto domingo, nuestros ojos se fijan ya de lleno en las fiestas de Navidad que se acercan, y contemplamos a María, la Madre de Dios que trae a su hijo al mundo, y también a José, su esposo. Y todo ello, que lo vivimos sobre todo a través del evangelio, va acompañado también por unas primeras lecturas del Antiguo Testamento especialmente importantes y relevantes: en ellas, en efecto, escuchamos los anuncios de Isaías y de los demás profetas, que nos transmiten la esperanza del Mesías, la esperanza gozosa en la salvación que Dios promete, y nos invitan a confiar en él y a pedirle que venga a salvarnos.  

Pero además de los domingos, también son importantes para los quieran vivir con intensidad tiempo los días laborables.

Las lecturas de la Eucaristía de los días laborables, y todos los demás textos de oración, hacen penetrar en nuestro interior la gran riqueza espiritual de este tiempo. Y será en los días laborables donde se notarán de un modo especial las dos partes en las que el Adviento se divide.

Por un lado, hasta el 16 de diciembre, las lecturas nos invitan a prepararnos en la esperanza y la conversión para la venida del Señor a nuestras vidas, guiados sobre todo por el profeta Isaías y el precursor Juan Bautista. Mientras que después, los últimos días, del 17 al 24, todo nos conduce a centrar nuestra mirada en la preparación del nacimiento del Hijo de Dios; se trata de unos días que, como algunos dicen, son como una "semana santa" de preparación de la Navidad.

Con el tiempo de Adviento comenzamos lo que se conoce como "año litúrgico". Cada año repasamos y revivimos los momentos centrales de la historia de nuestra salvación, para llenarnos de la gracia que Dios quiere darnos a través de Jesús, y para ir aprendiendo a vivir las actitudes básicas del ser cristiano.

El Adviento, la espera de la venida del Señor, es el primer paso de esta historia anualmente revivida.